El teatro desde la cuna: reflexiones sobre infancia y escena

29.08.2025

Dirijo L’autèntica, sala en Barcelona dedicada exclusivamente a las infancias, productora y escuela de teatro y cine para niñxs, jóvenes y adultos.

Durante los fines de semana recibimos a bebés, nenas y nenes y sus familias, y tenemos el privilegio de acompañarlos mientras descubren el teatro. No hay butacas rígidas ni un escenario frontal. Solo un espacio diáfano habitado por luces que aparecen y desaparecen, sonidos que se deslizan de un lado al otro, y muchos universos a descubrir... Los pequeños miran atentos, algunos gatean, otros ya caminan. Nadie les dice cómo deben comportarse: simplemente viven el teatro con su propio cuerpo y su propio imaginario.

Esa escena cotidiana de nuestro teatro de Gracia me recuerda por qué insisto en que el teatro es vital desde la primera infancia. Como antropóloga, directora, docente e investigadora, lo he visto una y otra vez: los bebés pasan gran parte de su día normatizados —entre rutinas, horarios y consignas adultas—, pero en el teatro encuentran un lugar donde la norma se suspende y lo que aparece es su capacidad de imaginar, de sentir, de inventar mundos propios.

El derecho a imaginar desde el inicio

Las investigaciones en pedagogía teatral y neurociencia confirman lo que la práctica nos muestra: los estímulos artísticos tempranos amplían el desarrollo cognitivo, la atención y la memoria. Y lo más relevante es que abren la mirada simbólica: desde bebés, los niños tienen derecho a imaginar, a crear, a ser reconocidos como sujetos de cultura.

A veces todavía persiste el prejuicio de que “los bebés no entienden” o de que “el teatro no es para ellos”. Sin embargo, la experiencia en nuestra sala y en otras iniciativas similares en Europa y América Latina demuestra lo contrario: cuando se les ofrece un entorno sensible y cuidado, los bebés responden con concentración, sorpresa, alegría y una gran expresividad. Lo que reciben no es solo un estímulo: es una nueva forma de
concebir, crear y estar en el mundo.

El poder de la práctica teatral en la infancia

A partir de los seis años, la escena adquiere otra dimensión: la práctica teatral. Cuando niñas y niños comienzan a actuar, a improvisar, a representar situaciones, descubren no solo nuevos registros expresivos, sino también una manera de entender cómo funciona la sociedad. Hacer teatro los invita a escuchar, a dialogar, crear en equipo. Y, sobre todo, les da seguridad interna: la certeza de que su voz, su cuerpo y su imaginación tienen un lugar.

Este verano realizamos un casal de teatro y cine para nenas y nenes, que también incorporó experiencias inclusivas. Entre los participantes, asistió una niña con un trastorno del espectro autista cuya madre estaba emocionada: nunca se quedaba en otros casales, pero aquí volvió varias semanas seguidas porque decía que su hija se sentía feliz. Ver esa transformación me hizo reflexionar sobre lo que el teatro realmente posibilita: ofrecer un espacio donde cada niño puede ser visto, escuchado y reconocido, y donde se abren nuevas formas de relacionarse consigo mismo y con los demás.

He visto cómo una niña tímida encuentra confianza al decir su primera frase en escena, o cómo un grupo diverso logra construir juntos una obra a partir de la escucha y la cooperación. Estos procesos son tan valiosos como el resultado final, porque enseñan que el teatro no es solo arte, es también amor y comunidad.

Como les digo a los padres en las reuniones: una niña o un niño que hace teatro no es igual a uno que no lo hace, porque se les abre el mundo y acceden a otra experiencia creativa y sensible.

Más que un lujo, un derecho cultural cultural

En tiempos atravesados por pantallas, consumos rápidos y exigencias externas, el teatro aparece como un espacio de pausa y de encuentro. Allí, los niños no son meros receptores de contenidos: son protagonistas de experiencias sensibles que los fortalecen como individuos y como grupo.
Por eso defiendo que el teatro en las infancias no puede considerarse un lujo ni una actividad secundaria. Es un derecho cultural y educativo que necesitamos garantizar desde los primeros meses de vida, con calidad estética y pedagógica. Porque el teatro, en definitiva, nos recuerda algo fundamental: que la vida —como la escena - siempre puede re crearse

Por Verónica Pallini
 

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